–“Tienes que contar tu historia, y tienes que olvidarla.
Olvidas y perdonas. Eso te libera”.
Louise Bourgeois
El diccionario de la
RAE, define a <situación> primeramente como “Acción de
situar o situarse”, y luego como “Disposición de
una cosa respecto al lugar que ocupa (en sentido espacial o
figurado)”. Ambas acepciones nos permiten hablar de la obra de
Patricia Spessot. “Línea de situaciones” se presentó en
estudioG del 7 de julio al 10 de agosto de 2018.
Una instalación en
el espacio en forma de “L”: dos hileras de finas líneas de
alambre interrumpidas por un nudo (o nido) conformado por elementos
de la naturaleza compactados gracias a vueltas de un alambre más
ductil, y una pequeña plomada metálica funcionando como contrapeso.
Hay algo en la
disposición de los atados calculado milimétricamente que nos otorga
calma: todo pareciera estar en orden, ocupando su justo lugar. Cada
componente integrante de los cúmulos que se tensan desde el techo
pareciera merecer su lugar como si hubiese sido buscado, elegido y
ubicado con dulzura entre los alambres blandos que funcionan de
contenedores.
Por otro lado,
podemos deslizar que al situar los elementos en el espacio, la
artista también ubica al espectador en diferentes puntos posibles–
éste no puede, por ejemplo, atravesar la cortina de tensores, pero
si puede acercarse al máximo para descubrir que hay caracoles,
piedrecitas y troncos de distintos tamaños. O puede mirarlos desde
el final de la hilera, como un dominó. También contemplarlos como a
un muro con una obra de arte bidimensional colgada. La diferencia con
una obra de emplazamiento tradicional es que aquí cuando observamos,
si otra persona está haciendo lo mismo desde el otro lado,
cruzaremos miradas, generando un contacto aún sin quererlo.
La relación entre
sentimiento, pensamiento y proceso creativo está presente en la
sala. Aquí la manufactura parece haber operado en dos vías: por un
lado, hacia el resultado plástico evidente, y por el otro, como
proceso terapéutico de sanación emotiva. Flota una idea de
repetición que nos empuja a la conclusión de que los elementos de
la naturaleza provienen todos del mismo lugar o momento temporal.
Entonces, podemos continuar preguntándonos qué habrá sucedido en
esa playa, bosque o lugar costero para realizar una memoria de tales
características.
En el acto humano
reiterado hay frecuentemente dos posibilidades antagónicas: querer
recordar, y querer olvidar. Repetimos una acción hasta que se vuelva
mecánica y nos aleje del simbolismo inicial con el que cargamos a
cierto objeto. O repetimos estratégicamente un ritual a modo de
regla de mnemotecnia para no olvidar el sentimiento que nos aflora.
El peso de las
plomadas parece sugerir lo segundo.
Celestina
Farroni
Fotografías: Majo Badra
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