Exvotos:
entre la religión y la estética
Los
pueblos manifiestan su religiosidad a través de devociones y de
prácticas piadosas. El vocablo exvoto es un término
procedente del latín y designa al objeto ofrecido a Dios, la Virgen
o los santos como resultado de una promesa y de un favor recibido. Es
decir, una promesa materializada en un objeto (Rodríguez
Becerra,
1989, p.
123).
Dos
ejemplos de objetos que cumplen con estos fines son los “Milagritos”
mexicanos, que se describirán más adelante, y su contraparte de
Argentina. Ambos son confeccionados de manera artesanal y con
elementos de bajo costo como las planchas de aluminio.
Tienen
un doble atractivo que merece ser destacado: un valor estético, al
ser expresión del arte popular, y uno histórico, al describir las
costumbres populares. Forman parte de las manifestaciones de la
cultura y se pueden analizar como una forma de relación con lo
sobrenatural, donde se establecen lazos complejos entre el hombre y
la divinidad.
Un
exvoto es, básicamente, un objeto ofrecido (ofrenda) a la divinidad,
en cumplimiento de una promesa hecha con el fin de obtener un
beneficio, al cual no se puede acceder por medios naturales.
Tiene
tres elementos definidores (Rodríguez
Becerra,
1989, p.
123): se expone
en un lugar visible para que se conozca el milagro; tiene una
relación con la persona que recibe el favor y con el acto que lo
origina, y traduce un deseo de perduración a través del poder
sobrenatural de la imagen.
Se
inscribe dentro de una lógica de reciprocidad; se llama (apelación)
a la divinidad cuando una situación es angustiosa para el fiel. Se
trata siempre de una manifestación del fervor religioso; empieza
siendo una súplica, una recomendación, y la consagración de la fe
del creyente al ser sobrenatural invocado.
Los motivos para dejar un exvoto
dedicado son múltiples: una curación, el regreso de una guerra,
haber obtenido una victoria en una batalla, salir ileso de un
accidente, superar una grave operación, volver a casa tras un largo
viaje, dar las gracias por el buen tiempo para las cosechas o por
aprobar un examen.
El
exvoto da a conocer a todos el favor recibido. Para ello, va
acompañado de textos que suelen seguir un esquema fijo y que
divulgan la acción benefactora llevada a cabo por un ser
sobrenatural. Por ejemplo, se puede leer una inscripción que diga
“Doy gracias a la Virgen por haberme aliviado de las
enfermedades que padecí durante mucho tiempo”, o “Doy
infinitas gracias a la Virgen de San Juan por haberme librado de los
peligros al pasar el Río Bravo”. En los retablos
tradicionalmente se divide el espacio pictórico entre texto,
“tierra” y “cielo”.
Aparecen
los datos personales del oferente (sólo las iniciales muchas veces)
o sino se opta por el anonimato. Se incluye un relato escueto y
escrito a mano del motivo del exvoto, la referencia a la persona que
realiza la súplica y la fecha exacta de la ejecución del exvoto. Se
indica a qué ser sobrenatural se dirige la invocación de auxilio,
una fórmula de petición o imploramiento, la explicitación del
favor recibido y otros datos, como el lugar donde transcurren los
hechos.
En
cuanto a la ubicación, las ofrendas siempre se exponen a ambos lados
del altar en las sacristías, en los camarines de las imágenes
benefactoras o en las paredes de ermitas, colegiatas o monasterios.
Es
llamativo cómo en las imágenes y textos se ve una clara influencia
de la publicidad, ya que deben ser atrayentes y sintéticas. En un
espacio reducido se condensa mucha información visual y en forma de
texto.
Hay
diferentes tipos de piezas. La
tipología de exvotos es muy variada. Aunque resulta difícil
establecer divisiones, una de las más completas y claras es la
siguiente (García
Román; Martín Soria, 1989,
pp. 356-357):
por un lado, exvotos
de cuadros (exvotos
pictóricos; objetos
personales enmarcados o
estampas sagradas).
Una
segunda categoría de exvotos
de objetos personales: de
enfermedades (muletas,
bastones, prótesis,etc.);
ropas (vestidos,
cordones, zapatos,etc.);
adornos personales como
lazos y coronas de novia
y primera comunión, medallas,
medallones
y camafeos, pañuelos
de peñas, sortijas, pendientes,
o de guerra
(banderas,
espadas, cuchillos, puñales).
Además
hay donaciones, siendo las más comunes los retablos, cálices,
campanas, altares, reparaciones de objetos, cruces. También puede
haber exvotos de partes del cuerpo (pelo, trenzas, coletas, dientes).
En
cuanto a los materiales, pueden ser ofrendas de cera. Si se trata de
figuras humanas pueden ser figuras enteras o partes (piernas, brazos,
cabezas, manos…).
Finalmente,
podemos distinguir fotografías, y objetos varios que son difíciles
de clasificar en las categorías antes mencionadas (juguetes, objetos
personales, dinero, etc.)
Afortunadamente
para los estudiosos del tema, muchos de los exvotos están fabricados
en materiales que, en condiciones normales, se conservan mucho
tiempo. Esta permanencia les da valor histórico y cultural. Según
este criterio, Rodríguez Becerra (1989, p.126) los agrupa en exvotos
narrativos (cuadros y documentos) y exvotos simbólicos (todos los
demás).
Los
primeros facilitan información sobre grupos sociales pasados y
presentes de los que no tenemos muchos datos en otros aspectos. Y los
simbólicos son muy complejos por lo que exigen conocer bien la
mitología popular, las leyendas y los hechos de la historia local,
como es el caso de los famosos exvotos mexicanos.
Si
de México se trata, debemos tomar en cuenta que es uno de los países
donde la actividad votiva fue más importante como resultado de la
acendrada herencia católica, de cuño mediterráneo, y de una
historia particularmente trágica durante todo el siglo XIX y
principios del XX.
El
Milagrito mexicano de hojalata
La
religión en México es uno de los aspectos de la vida cotidiana más
importantes. Los corazones de hojalata repujada o latón pintado son
un ejemplo de las tradiciones mexicanas. Se les conoce también como
“milagros” o “milagritos”, y su historia va más
allá de un objeto ornamental. El
uso de estas imágenes fue introducido por los españoles: datan
de los tiempos de la Conquista, cuando se hacían corazones de oro,
plomo y piedras preciosas para ofrendárselos a la Virgen y así
asegurarse los milagros por los cuales rogaban. Estos corazones
representan la devoción y fuerza, además de algún pedido
propiamente amoroso.
La
tradición de "colgar milagros" opera de la siguiente
manera: fuera de la iglesia se encuentran a la venta "milagros"
de latón con diferentes figuras: brazos, piernas, ojos, corazones,
etc. Son de tamaño reducido y muy artesanales, mayormente hechos en
láminas de estaño o latón. Dependiendo el milagro a solicitar se
adquiere uno y luego se lo coloca en un altar al santo elegido,
generalmente son colgados con cintas rojas..
Este
trabajo con la hojalata geográficamente se concentra en las zonas de
San Miguel de Allende y en Oaxaca, en particular en la zona de
Tehuantepec.
A
través del tiempo, el uso de los retablitos en
México se ha visto
disminuido, especialmente por la popularidad de la fotografía y por
el uso de ofrendas menos
habituales que los fieles
utilizan como agradecimiento: mechones de cabello, cintas de colores
u objetos que representan las enfermedades que los aquejaban.
En
Argentina
De
la misma manera, en nuestro país también podemos encontrar ejemplos
de exvotos en los sitios católicos. No es una práctica tan
expandida como en México pero existen.
Se
trata de objetos de chapa que tienen un correlato con partes del
cuerpo humano. El corazón se usa
para representar las preocupaciones de una enfermedad cardíaca o por
el amor que alguien pueda sentir por otra persona; un ojo es para la
visión, y un oído para la audición, entre otros ejemplos comunes.
Como
establece García Canclini (2001, p. 17), la división entre arte y
artesanía se viene dando desde hace tiempo:
“[…]
Tanto los tradicionalistas
como los modernizadores quisieron construir objetos puros. Los
primeros imaginaron culturas nacionales
y populares "auténticas"; buscaron preservarlas de la
industrialización, la masificación urbana y las influencias
extranjeras. Los modernizadores concibieron un arte por el arte, un
saber por el saber, sin fronteras territoriales, y confiaron a la
experimentación y la innovación autónomas sus fantasías de
progreso. Las diferencias entre esos campos sirvieron para organizar
los bienes y las instituciones. Las artesanías iban a ferias y
concursos populares, las obras de arte a los museos y las bienales.
Las
ideologías modernizadoras, desde el liberalismo del siglo pasado
hasta el desarrollismo, acentuaron esta compartimentación maniquea
al imaginar que la modernización terminaría con las formas de
producción, las creencias y los bienes tradicionales. Los mitos
serían sustituidos por el conocimiento científico, las artesanías
por la expansión de la industria, los libros por los medios
audiovisuales de comunicación.
Hoy
existe una visión más compleja sobre las relaciones entre tradición
y modernidad. Lo culto tradicional no es borrado por la
industrialización de los bienes simbólicos.[…]”
Cabe
destacar la importancia de
la preservación de estos
objetos para su posterior
estudio ya que constituyen
una fuente de riqueza
simbólica que habla de todo
un pueblo y sus costumbres. Se
trata de un documento social, histórico y artístico que resguarda
la imagen de cómo eran los hombres en otras épocas: su visión, qué
los atormentaba, cómo eran sus viviendas y mobiliario, qué
enfermedades padecían, y qué milagros anhelaban.
Los
objetos votivos en lata cumplen otra función moderna: atraen a
turistas y consumidores urbanos que encuentran en ellos una
referencia personalizada que los hace atractivos como souvenirs
de viaje.
La
cultura popular desde una perspectiva artística
Las
imágenes religiosas provenientes de la cultura popular-masiva muchas
veces se retoman desde el arte contemporáneo.
La
tendencia Nuevo Kitsch o neoKitsch toma
como modelo íconos populares de la época para representarlos de
maneras coloridas, llamativas y frecuentemente semejantes a
productos de consumo. Se trata de un arte singular, creativo, fresco,
que tiene siempre un componente de diversión y hasta de burla. Se
puede comprender como la versión revisitada del Kitsch, la tendencia
artística que reunía aquellos objetos artísticos pretenciosos,
pasados de moda y considerados de mal gusto y realizaba objetos que
conscientemente se tomaban como una copia inferior de un estilo
existente.
El
fotógrafo Marcos López tiene fotografías donde demuestra sentirse
atraído por la religiosidad
del Gauchito Gil, uno de los difuntos “santificados” más
mediático de los 90’. Lo toma como ícono y refleja la devoción
nacida en la región de Corrientes y expandida luego por todo el país
En
otras fotografías alude a la religión también:
Luis
Berneri
es un artista plástico que se dedica a la producción de pinturas,
ilustraciones, fotografías, objetos intervenidos e instalaciones. En
2015 inauguró la muestra "Exorcismo Rosa" en el Museo Roca
donde la utilización del color rosa fue protagonista principal.
Ha
aludido a ciertas figuras masculinas relacionadas con el ser
nacional, como El Gauchito Gil y San Martín.
Su Gauchito Gil se llamó “Gauchito Pink” y
la estética redundó en el Neokitsch.
Los
santafesinos Pool
y Marianela toman el mundo
iconográfico de distintas
religiones para confeccionar muñecos que
engloban en una serie titulada Barbie, The Plastic Religion. Se trata
de muñecas Barbies y muñecos Ken vestidos con
los ropajes característicos de un/a santo/a
y portando atributos de distintas figuras religiosas (algunos
ejemplos son Barbie Inmaculada Concepción;
Ken San Francisco de Asís; Barbie
Virgen de Luján; Ken Gauchito Gil, etc.)
Emplean
el humor en una
mezcla entre lo sagrado, tradicionalmente considerado impoluto y de
un fervor desinteresado, con
lo profano/mercantilista/terrenal del plástico, las jugueterías y
la publicidad.
Podemos
concluir que la inventiva del ser humano frente a la desesperación
es inagotable. La necesidad de invocar lo divino no tiene época y
los hombres y mujeres siempre han sido atormentados y han sufrido de
guerras, pérdidas o enfermedades. Se necesita, de una u otra manera,
creer en algo superior a lo terrenal y esperar el milagro.
Los
exvotos podrán mutar en su forma, pero se
seguirá
creyendo siempre en algo y acudiendo a lo simbólico
para manifestar sentimientos
como el agradecimiento frente
a una promesa cumplida.
Y
el arte contemporáneo, con su carácter camaleónico y observador,
ha sabido reflejar en objetos este rasgo masivo de la religiosidad.
Tomando elementos como los tonos relacionados con la religión (rojo,
azul, dorado), o signos (la estrella, la aureola, el becerro) produce
manifestaciones pictóricas llenas de alusiones a universo religioso.
Celestina
Farroni
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