viernes, 27 de abril de 2018

Crítica sobre exposición de Federica López en eSTUDIOG


La muerte de la autora
por Celestina Farroni

La Galería eSTUDIOG alberga desde principios de abril la exposición de la artista plástica rosarina Federica López.
En ella, el gesto mínimo se convierte en una especie de ciudadela compuesta por módulos de madera. Todos tienen diferentes escalas, pero comparten los tintes. Presentan un patrón de rayas de colores. Rayas que obligan a que la vista ascienda. Marrón, azul, marrón nuevamente, mostaza, y así se suceden para luego incluir un rosa y un celeste pastel.

La idea de lo recurrente flota en la sala: se repite la figura del prisma rectangular, se repiten los tintes, y se repiten pequeños subgrupos. Hay una sola columna que pareciera sostener el altillo de la galería. Pero no se la percibe rígida o dura como sería una viga, sigue teniendo un componente sensible. Hay algo en los tintes pasteles y en la disposición de las columnas que nos habla de lo blando: no nos sentimos solos, estamos rodeados, protegidos. Aunque se trate de formas geométricas, de pintura plana y no podamos reconocer una figura ni anclar un sentido mediante el título- ausente, se sospecha, de forma premeditada- no lo sentimos frío.

Lo sensible en Federica López no es evidente, sus instalaciones no suelen aportar muchos datos al espectador. Opera una evasión a la obviedad. Algunas obras anteriores llevan nombres, en este caso se trata de un S/T. Son instalaciones que se le presentan al espectador para que éste cierre su significado. Al recorrer eSTUDIOG se pueden arriesgar diferentes posibles: representa una urbe, una distopía, ¿o son ruinas?. Quizás sea una reflexión sobre los elementos plásticos mínimos (punto, línea, plano). Ese rasgo es imposible de saltear. Hay una bidimensionalidad muy presente aunque se trate de objetos tridimensionales en un site-specific (instalación pensada específicamente para el espacio elegido). La pincelada cuidada aumenta esta idea de franjas, rayas, como si fuese el estampado de una remera de algodón.

Se puede intuir que un mecanismo en la obra de Federica es el desapegarse del objeto terminado para arrojarlo al espacio, y que cada quien saque sus propias conclusiones. No es anonimato ni desinterés: es una voluntad clara de empoderar a quien mira para que se encargue de sacar los velos semánticos que prefiera. Como si la conexión de ella con el sentido de la obra fuese privada y anterior a la manufactura.

Lo expresivo está en la idea, y lo controlado en el manejo de la materia. El interrogante final que nos deja al alejarnos es: ¿qué se busca reforzar con estas repeticiones?


Fotografías: Majo Badra